jueves, 25 de junio de 2015

YA SE HA IDO...


Ya se ha ido
el último lobo de invierno
de mi puerta;
y mientras cesa
la ventisca
entre las ruinas del ocaso,
se demora entre mis dedos
una llave de cenizas.
Una lágrima
no quiere deponer
su fervor desesperado
por fugarse;
presiente
que el laberinto del día,
se romperá
como un espejo sin memoria.
¿A dónde irá
la soledad a refugiarse,
cuando su trama miserable se rompa
y deje al descubierto
cuánto perfume ha libado
de mi cuerpo?
Entonces veré
que las sombras
que me amaron, ya no existen.
Se han ido
con el último lobo del invierno…

CÁNTARO HERIDO

Sobre el regazo del campo el ocaso se ha dormido.
Baila la quietud su danza en el pinar del río.
Avanzan por el sendero con hojarasca bordado,
sobre corceles de viento, los amarillos heraldos.
Forman los rayos del sol enrejado cofre fuego,
la noche tiene sus guantes, prestos para guardarlos.
Su cabellera despliega, lleva aretes de cencerro,
su capa oscura desliza sobre las calles del pueblo.
Mientras la blanca medalla exhibe su rostro nuevo,
va encendiendo las farolas con aromas de misterios.
Se sienta en su mecedora, me escudriña desde lejos,
sabe que mil temores tienen sujetos mis sueños.
Pregunta…Mujer, qué tienes,
te veo detrás del velo opaco de las vivencias.
¿Acaso no tienes dueño?
Mis luceros desolados se apagan un breve tiempo
y con mirada de seda me desnudan hasta los tientos.
Qué he hecho con mi vida me digo como en un ruego.
Por qué siempre por las cornisas voy deshojando silencios.
Dónde se fue la mañana que me dijiste te quiero
y dónde el rocío y la araña que esta ausencia tejieron.
Dónde dormitan las risas o en qué abismo cayeron,
no veo puentes tendidos, solo muros, todo hielo.
Dónde tu mano de lirio, dónde tu beso de incendio.
Dónde el adiós maldito que nos rasgó en dos desiertos.
Dónde la aurora y la estrella, mi luz, y tú mi reflejo.
Dónde se ocultan las horas de los versos sobre el lecho.
Qué cruz me clavó el alma. Juro que no entiendo,
si emigran las golondrinas por qué a mí este desvelo.
Mientras la rueda dorada tiene los ojos abiertos,
(algunas perlas recojo con la luz entre los cerros).
Por los patios y jardines, los ventanucos y aleros,
y también por los senderos va desgranado oro fino.
Un manantial de conciertos despiertan los tibios nidos,
y descienden de sus corceles para honrarme en el camino
bordado con hojarasca, los heraldos amarillos.
Repleto está de palomas este cántaro herido.
Libertarse ellas quieren… Liberarlas he podido…
Aunque esta noche me traigan su nombre como un quejido

Empezar a morir